sábado, 6 de diciembre de 2008

Inmaculada Concepción de María


El dogma de la Inmaculada Concepción fue solemnemente proclamado por el beato Pío IX en 1854. Esta advocación de María es de gran valor en la tradición salesiana.

Don Bosco inicia su labor educativa el 8 de diciembre de 1841, fiesta de la Inmaculada con el joven Bartolomé Garelli. A ella la propone como modelo y ayuda para sus muchachos en la lucha por conservar la virtud de la pureza, sin la cual el muchacho pierde fácilmente la paz del corazón.

Domingo Savio, entusiasmado por la proclamación del Dogma de la Inmaculada se propone formar un grupo de amigos que buscan llevar una vida de apostolado y piedad para el buen orden y ambiente del oratorio y para mostrar su amor y devoción a la Madre de Jesús: es la Compañía de la Inmaculada.

El hecho de pensar en María como Inmaculada es un signo de la victoria de la raza humana sobre el pecado, no por propias fuerzas, sino por la acción gratuita de Dios: "Pondré enemistad entre tí y la mujer, entre su estirpe y la tuya, ella te pisará la caebeza mientras tú tratarás de morderle el talón" (Gn 3, 15).

La derrota del mal, nos habla de una humanidad renovada, el hombre y mujer nuevos que nacen de la salvación de Jesucristo. La Inmaculada Concepción nos habla no tanto de la ausencia de pecado en María, sino de la potencia de la Salvación. Cada uno de nosotros, nos dice san Pablo, hemos sido consagrados al Señor por la Sangre de Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia por el amor (Ef 1, 3-14)

Celebrar a María Inmaculada es recordar nuestra dignidad bautismal que no tiene que ser sojuzgada por el pecado. Pidamos la intercesión de María para vencer el pecado y vivir en la libertad de los hijos de Dios, estableciendo un mundo más justo y pacífico para todos.

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